Cierra los ojos y activa tu imaginación, respira profundo y empecemos a dejar que nuestra mente nos muestre imágenes.
Imagina un árbol, digamos un roble, que es usado para construir barcos.
Es grande y majestuoso, fuerte y poderoso. Frondoso con cientos de ramas y hojas.
Ahora, junto a este Roble, hay una palmera, igual alta y espigada, con sus ramas en la punta, curva y hermosa.
En ese momento ocurre una tormenta, de fuertes vientos, lluvia y granizo, vientos tan fuertes como un huracán, golpeando al roble y a la palmera al mismo tiempo.
El roble resiste lo mas que puede, pero su follaje desaparece y es tan fuerte y firme, que los vientos tan rápidos en el lo parten en dos, he ahí un majestuoso roble tan fuerte como la roca ahora partido a la mitad.
Y volteas y ves a la palmera, la ves que esta doblada y tocando casi el piso, meciéndose junto con los vientos y golpeada por el agua y otros elementos.
Termina la tormenta, porque como todo tiene un ritmo, debe terminar y dar paso a la calma después de la tormenta. Imagina al roble, aunque es fuerte y admirable, no pudo sostenerse sobre las circunstancias y al lado, su hermana palmera, en pie, un poco inclinada pero su gran cualidad es flexibilidad, esta se puede doblar hasta casi tocar el piso para regresar a su posición original.
El evento deberá ser muy fuerte para arrancarla de sus raíces.
Debes ser tan fuerte que no te derriben pero tan flexible que regreses a tu centro.
Cuando las circunstancias te golpean, te mueven o te alteran tu centro, algunos le llaman actitud, a final de cuentas es tu conocimiento en ti mismo el que te ayudara a regresar al centro.
Ahora abre tus ojos y deja que este cuento, entre a tu subconsciente y haga su trabajo, mientras tu haces el tuyo tambien por convertirte en una mejor versión de ti mismo.
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